La finca esta históricamente enlazada a La guerra civil española, en su enclave tuvieron lugar duras y crueles batallas. Sin embargo, en cuanto llegas alli, sientes su paz y su pureza. Estamos seguros de que esto no es fruto únicamente del lago, las vides, los olivos y las colinas que haciendo un 360 grados podemos admirar. El amor, la compasión, y la alegría comenzaron a sucederse en una época impensable, en pleno año 1937 durante la batalla del Jarama, entre disparos de metralla, aviones y bombas de guerra, esta historia encontraba la forma de abrirse paso en VAL AZUL.
En algún momento entre el 6 y el 27 de febrero del 37, Fernando García “El Fénix” llego al Hospital de Sangre situado en su pueblo Chinchon en el colegio de los Hermanos Maristas que tambien atendía a personal civil, y heridos de ambos bandos. Don Pedro, médico titular, fue detenido y no regresó al pueblo hasta que no termino la guerra. Estas experiencias constantes de ver a sus compañeros heridos e incluso muertos amigos de su pueblo que andaban en bando contrario le hizo aborrecer la guerra y cuestionarse todo. Alli, conoce a Encarnita, madre soltera de la que pronto averigua que su hijo Manuel de 12 años y ella, habían perdido su hogar y sus pertenencias por culpa de los bombardeos.
“El Fénix” vio en Manuel, la inocencia, la ingenuidad y la nobleza que ya había olvidado tras años donde solo podía ver lodo, humo, fuego, maldad e ira. Les prometió que a partir de su recuperación se iba a encargar de darles en ese frio invierno un lugar donde refugiarse, y apartarse junto con ellos de los peligros de ambos bandos. “El Fénix” que era el cabecilla (por conocedor del lugar y ser capaz de trepar a lugares inaccesibles) de una brigada de acemileros que eran como los helicópteros de la época, abastecían de munición, transportaban heridos, y todo lo que necesitara hacerse en las zonas escabrosas de terreno.
Por ello se le ocurre llevarlos a las cuevas de VAL GRANDE situadas en VAL AZUL que, el mismo había acomodado para utilizar como almacén de armamento, deseaba que se refugiaran en esas cuevas de las inclemencias del tiempo, de los bombardeos y donde sabía que aún quedaba algo de trigo, vides y olivos. Se sabe que vivieron alli por un tiempo durante el cual otra de las cuevas se utilizó para que Encarna diera clases de primaria a otros niños, “el fénix” iba a menudo a por provisiones y no era el que animaba a otras madres a que los niños siguieran aprendiendo.
Desde que se tomaron las iglesias y parroquias algunas personas piadosas intentaron salvar los cuadros, cultos e imágenes almacenando en la sacristía y tambien en dichas cuevas, y no fracasaron del todo ya que el cuadro de la Asunción de Goya, del altar mayor, apareció en Ginebra y fue trasladado desde alli a Chinchon de vuelta.
Los tres vivieron alli un tiempo, ese tiempo sirvió para que sin darse cuenta se fueran necesitando, estableciendo una amistad única e irrepetible, poniendo total confianza en lo que iban construyendo cada día. Sin ni pensarlo, ni planearlo, esto dio inició a un amor sincero y perpetuo que cuando tuvieron la mínima oportunidad lo llevaron al altar contrayendo matrimonio y formando una familia. Siendo este el ultimo rastro de ellos y la primera historia de amor de la que tenemos registro en VAL AZUL
Esas cuevas hoy por hoy todavía existen en los valles de VAL AZUL guardando en ella todavía muchas historias y misterios de la época
PRODUCTOS DE LA VEGA DURANTE LA GUERRA CIVIL
Los productos de la vega no se respetaban, se deszocaron más de 70.000 cepas, y varios miles de olivas, cifra no exagerada ya que el censo de cepas era de 60.000 cepas sin estar todas censadas y sólo se salvó alguna plantación joven. Las olivas se las cargaban por el procedimiento de colocar una bomba de mano (de las llamadas de Piña) en el tronco a la distancia conveniente, se lanzaba otra bomba haciendo que las dos explotaran simultáneamente; así la oliva saltaba hecha pedazos y sus trozos se utilizaban para calentarse y cocinar el rancho.
No hay que olvidar que las tropas pasaron tres inviernos estacionados en estos términos. Como compensación se organizaron brigadas de segadores entre los milicianos que colaboraron en la recolección, dada la escasez de mano de obra.
Dada la cantidad de viñedo que aún quedaba por podar, a mediados de abril del 1939, ya con el conflicto acabado, se tomó la determinación de que toda persona útil que en esa fecha permanecía en el pueblo no hiciese otro trabajo que la poda, vides podadas o si simplemente sólo era obrero sin propiedad, decisión acertada conscientes de que las plantas lo acusarían y la cosecha mermaría notablemente.
Los agricultores así lo entendieron y toda persona a la que su estado de salud le permitía ejercer normalmente el trabajo acudió voluntaria y desinteresadamente, y en un par de semanas quedó todo el viñedo del término podado.